Artículo de «El Blog del Tordu» – Periódico cultural y patrimonial de Asturias – APE

Las jarras de sidra asturianas, hechas de barro cocido y sin esmaltar, fueron durante siglos el recipiente cotidiano para disfrutar del caldo más emblemático de la región. Hoy, aunque desplazadas por el vidrio, siguen siendo símbolo de una cultura profundamente arraigada. El Muséu del Pueblu d’Asturies en Gijón conserva una valiosa colección de estas piezas, testimonio tangible de un modo de vida que aún late en la memoria colectiva.

Un sorbo de historia: la sidra como ritual

La sidra asturiana no es solo una bebida: es un ritual, una forma de encuentro, una expresión de identidad. Desde la Edad Media, se documenta su presencia en celebraciones, espichas y reuniones familiares. El escanciado, el brindis, el compartir el culetín… todo forma parte de una liturgia que ha evolucionado con el tiempo, pero que mantiene su esencia comunitaria.

Las jarras de barro: antes del cristal, la tradición

Antes de que el vaso de cristal se popularizara en el siglo XX, la sidra se bebía en jarras o cuencos de barro. Estas piezas eran porosas, sin esmaltar, y se llenaban generosamente desde los toneles de madera. El escanciado era corto, casi un vertido directo, y el consumo más pausado. Se bebía en fiestas, romerías y ocasiones especiales.

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Jarra de sidra del alfar de Somió, en Gijón / Xixón, hecha por Ricardo Cuesta entre 1933 y 1943. Las iniciales E. C. que lleva en la panza corresponden al dueño del llagar que encargó las jarras. Tiene una capacidad de 0,70 litros, que equivale aproximadamente al cuartillo o puchera, y es la misma capacidad de la botella de sidra. (Fuente: Museo del pueblo de Asturias)

El Muséu del Pueblu d’Asturies: guardianes del barro

En Gijón, el Muséu del Pueblu d’Asturies conserva decenas de estas jarras tradicionales. Están expuestas en vitrinas junto a otros utensilios del lagar, como prensas, toneles y mayadoras. El museo ha realizado catas con sidra servida en estos recipientes, recuperando sensaciones olvidadas y valorando su papel en la historia sidrera.

Juaco López, su director, destaca que estas jarras fueron parte esencial de las alacenas asturianas hasta bien entrado el siglo XX. Los alfareros de Faro (Oviedo), Nava, Piloña y Cangas de Onís fueron los principales proveedores, y figuras como Primitivo Cuesta mantuvieron viva esta tradición hasta los años treinta.

Más que recipientes: patrimonio cultural

Las jarras de sidra son mucho más que objetos antiguos. Son testigos de una forma de vida, de una cultura que ha sabido resistir el paso del tiempo. En ellas se condensa el saber popular, la artesanía, la sociabilidad campesina y el gusto por lo auténtico. Recuperarlas, estudiarlas y mostrarlas es una forma de honrar la memoria asturiana.

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